domingo, 11 de marzo de 2012

REQUIEM

Yo no encuentro más forma de desahogo que llover y escribir, he llovido tanto que ya no tengo ojos, me resta escribir, el instinto apela a esto para garantizar mi sobrevivencia.
Sobrevivir al mundo, existir, uno pone en tela de juicio la fragilidad de la vida cuando alguien que es conocido se suicida, uno anda por ahí doliéndose de vida y llegan estos eventos que hacen que uno se pregunte ¿Qué detona estas cosas? ¿Qué clase de sentir albergan esas almas que deciden cortar con todo por propia mano? Acaso no es suficiente el sentir el sol, las caricias del mar, de la arena, el frío del piso cuando caminas descalzo, la maravillosa experiencia de vivir, duele mucho, pero tiene recompensas hermosas también.
Las personas no deberían suicidarse, es demasiado fuerte para las personas que nos quedamos, quedan demasiadas interrogantes, sentimientos, deseos, suspendidos, incompletos, truncados violentamente por la mano amada. Uno sólo se queda ahí con los pedazos de vida que se van, inevitablemente se van, se escurren entre los dedos, como la arena y te quedas con nada.
Caminar sonámbulo tratando de recordar la última vez que te sentiste triste y sentirte estúpido, anular tu tristeza, nunca estuviste triste, no deseaste morir y comenzar a llover, llover mucho, comenzar a atragarte con el dolor, tomar vino para tratar de que pase y saber que no pasará, invocar al sueño, ilusamente, y saber que no llegará y seguir andando y pensando mucho, sin objeto.
Seguir andando y entender, a punta de esa puñalada de la vida, la terrible irresponsabilidad de dejar las cosas para mañana. Dejar llamadas, besos, abrazos, sonrisas, perdones, amores, para después y comprender que no hay un después que se tiene sólo un instante: el ahora y que si lo desperdicias no regresa, que hay personas que deciden no tener otro mañana. Personas que deciden desertar de la vida, como soldaditos, desertar porque fueron enrolados en la vida sin pedirlo y no la quieren más, es válido, pero uno no entiende porque se van y lo dejan a uno con los brazos llenos de amor y vacíos de ellos, preguntando ¿qué pudo ser diferente? y seguir lloviendo, tratar de buscar en el fondo de una copa la razón y el sentido de una decisión así con la certeza, total, de que no está ahí.
La muerte siempre afecta, pero un suicidio descoloca, es tan frío, tan inesperado, tan lejano. De repente llegas a casa y te dan la noticia, la muerte observa desde el otro lado de la habitación, se escucha su eco y lo sigues escuchando mientras el piso se abre bajo tus pies y caes, caes...
La muerte acudió a tu llamado y besó tu frente,prematuramente beso tu frente infantil, mi deseo es que descanses, adiós.